Por Alan Luna
Cuando un ser humano rompe con los estándares de su sociedad, es considerado un ente aparte. Un extraño. Un extranjero. Un animal. El perderse entre la masa—muchas veces—es la manera de transcurrir la existencia sin conflictos, fluyendo con la corriente. ¿Qué pasa entonces, cuando la masa muta en lo extravagante?
Un personaje ajeno a su contexto baila —la mayoría de las veces con una máscara o casco— mecánicamente. Los demás parecen no notarlo. Están inmersos en sus actividades cotidianas, ya sea en una oficina colectiva, o en una sala familiar. Entonces, la canción —obra de la joven promesa Baauer, perteneciente al sello de Diplo: Mad Decent— rompe con la frase: “Do the Harlem Shake!”. Flashmob! Es entonces, cuando ese ritmo ácido, pastoso y enteramente maquinal, transforma lo habitual en ominoso. Es el caos desatado. La bestialidad contrastante con la época “civilizada”. Ya sea un oficinista vistiéndose de pollo o un jefe rompiéndose los huesos oxidados con movimientos frenéticos, todos se vuelven una vorágine de baile descontrolado.
Las coreografías son universalmente amadas. Desde Michael Jackson bailando “Thriller” hasta Psy montando un caballo en… bueno, saben en qué canción, todos en algún momento intentan igualar el paso. Muchos descoordinados jamás lo logran. La magia de “Harlem Shake” es que no importa que el ritmo te sea ajeno, encajarás en el frenesí. Es cuestión de movimiento. De ser absurdo, mas no sólo en el baile. La letra carece de sentido. ¿Por qué se canta “con los terroristas” con ese acento caribeño y moombahtonero? Quizá estipula que “los terroristas” son los que se sacuden atemorizando a los otros que se comportan “normalmente”; o quizá es mera coincidencia. Pero lo cierto es que no importa el país a donde llegue la sacudida, el idioma es el mismo. El castellano forma parte de de esta viralidad. ¿Es una reconquista?
Los videos viralizados son cortos, en este caso un carnaval queda concentrado en 30 segundos. Es curioso que su explosión se dé en la época invernal en el hemisferio boreal. Tal vez se anhela la calidez tropical de la fiesta. O, quizá, no sea fiesta, sino puras pulsaciones redimidas. Instintos reflejados. La tensión liberada de una rutina —muchas veces— encadenante que, gracias a ese bass que parece penetrar en lo hondo de la conciencia, se ve concebida como puro ajetreo.
Es entonces, cuando lo extranjero se vuelve lo conocido, cuando la masa se vuelve extravagante y cuando ya no importa si después de leer esto, las ganas de sacudirse animalmente son irreprimibles gracias a que alguien —o tal vez tu mente— grite: “DO THE HARLEM SHAKE... GRRR!”
Alan Luna @AlanisMoon es colaborador en Mercado Negro de Ibero 90.9