'Infinity in Sound, Volume 1': una obra melodramática de Esquivel

'Infinity in Sound, Volume 1': una obra melodramática de Esquivel

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A 60 años de editarse Infinity in Sound, qué más podría hacer sino reverenciar de la misma forma como se ha hecho en buena parte de su carrera (sino es que en toda) el trabajo del mexicano Juan García Esquivel. Esto dentro de los campos que ello compete: dirección, arreglos, además de la sensibilización que todo músico incipiente (pianista) quisiera de su maestro. Claro, Esquivel antes que muchas otras cosas fue pianista, pero quizás estamos comenzando de atrás para adelante.

Para hacer un abordaje a la parte uno de este álbum, enfoquémonos de primera instancia en el punto contextual de donde emerge. Gema editada por RCA, su casa a su llegada a los Estados Unidos. Este pasaje fuera de la vida de Juan García Esquivel la afirman puramente como una fuga de cerebros. Para cuando Esquivel se postra en la unión americana, lo respalda un extenso trabajo en radio y televisión donde ejerció lo que más le gustaba: la música.

1958 y 1959 fueron de los años más productivos dentro de RCA, cinco producciones con el foco puesto en la producción de música al nivel de lo que este maestro requería. Es decir, composiciones con más de 20 músicos en estudio. Sobra decir que le gustaba tener la crema de la crema en sus composiciones, para muestra, el trompetista Conrad Gozzo, personaje que trabajó en distintas big bands incluyendo la de Benny Goodman.

En 1960 se edita el LP Infinity in sound, y al igual que sus antecesores, cuentan con la leyenda “Living in Stereo”, el sello particular a nivel técnico de Esquivel. La muestra de grabación segmentada con su banda, es decir, un cúmulo de músicos en un estudio y otro manojo de la banda en otro estudio para lograr un efecto sonoro a nivel físico en la grabación, lo que por resultado y experiencia para el escucha es estereofónica.

De ahí que cada una de sus producciones reflejaran un alto costo en su producción, con ganancias cuestionables, según personas cercanas como Randy Van Home, quien lo acompañó en coros para varias producciones. Estas reflexiones sonoras son las que generan ese efecto sónico de esquizofrenia, con un “su su su su su” del lado izquierdo del monitor, mientras las percusiones de “music makers” suenan de lado derecho.

Muchas veces cuestionamos la marginación moral de parte del público hacia esos seres señalados de incomprendidos, aunque dicho cuestionamiento se contra argumenta, pues es regido por el tiempo. El trabajo de Esquivel refleja su universo terrenal y aspiracional en un solo acto, la parte técnica cubierta por sus facultades de músico, arreglista y director, y la parte aspiracional por mantener una curva de aprendizaje casi infinita, fincada a las innovaciones tecnológicas.

Quizás por eso pudo sumar con un dejo muy personal los cánones del jazz con la parte fandanguera de la parte centro sur de América. Este álbum es un eslabón más dentro de la carrera de García Esquivel. Un muestrario ejecutado a la perfección que encuentra regocijo en los límites del bolero, flamengo en “Macarena (La Virgen de Macarena)” y esa denominación space age pop, producción muy colorida. Su hijo Mario García antepone el hecho de poder mirar y atenuar color a los sonidos en la composición de su padre.

Su talento nato de pianista siempre le proporcionó las ecuaciones necesarias para percibir la suma de elementos a sus composiciones, es decir, la lectura a través de esta percusión y cuerdas quizás fue la que fundamentó la parte armónica de sus creaciones. Esto no es más sino la confección desde un área específica. Sus músicos hablan de imaginar y redimensionar el sonido antes de ejecutarlo, al darles papel pautado y lápiz para generar una melodía momentos antes de crear una pieza.

Es impresionante que la orquesta de Esquivel tuviese todo tipo de trompetas, vibráfonos, distintas percusiones entre bongos, congas etc. Además del piano, aunque varias veces la única cuerda que prevalece fuese una guitarra hawaiana. Ahí uno de los factores por el que la Orquesta de “Juanito” —como le decían varios amigos—, suene única. Con esa frágil sutileza cuando se requería e imponente cuando se requería, álgida en puntos específicos dentro del clima de piezas como “Frenesi”.

Luego de esta placa, Juan García Esquivel continuó creativamente con discos que abonaron en su carrera. La entrega número dos de este título, se cataloga dentro de un gran cúmulo de melómanos como un punto climático dentro del aural de experimentación de Esquivel, paralelamente con su contrato fino hasta los tardíos setenta.

Este nivel de calidad y perfección en el estudio también fue quizás lo que propició el declive de su trabajo. El escenario narrativo es un director de orquesta acostumbrado a trabajar con una gran cantidad de músicos, incluso verse en la necesidad de reducir su staff para presentarse en vivo en casinos de Las Vegas y que estos luego de un tiempo cerraran. Aunado a la frágil economía estadounidense de esta década fue lo que detonó cierta frustración posterior en Esquivel, cuando su regreso lo hizo involucrarse fortuitamente en el ya conocido proyecto Burbujas.

“So Rare” es la pieza que cierra Infinity in Sound y realmente se trata de una melodía que acompaña la despedida de una obra melodramática. Es el preludio de una despedida entre un ambiente —como lo dice su nombre— enrarecido.

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