#SufroComoLykkeLi
La diferencia entre un álbum demasiado autocomplaciente y uno con el que resulta sencillo relacionarse es difícil de notar. Por eso, una parte de la “exquisita” crítica musical suele olvidar que el artista más honesto, el que muestra lo que es ser una persona y ya, es el que logra afectar a los sentidos; justo como lo hace Lykke Li. Después de lanzar Wounded Rhymes en 2011, un segundo álbum aclamado por los medios, los escuchas, DJs y supervisores musicales, la sueca de Ystad regresa con I Never Learn, una producción difícil de calificar/analizar por ser poderosa y emocional, pero también increíblemente triste y hasta depresiva.
Coproducido por la propia Lykke Li, el sueco Björn Yttling (que estuvo detrás de los dos primeros materiales de Li y es parte del trío Peter Bjorn and John) y el reconocido productor de pop Greg Kurstin (que es parte de The Bird and the Bee y ha trabajado con artistas como Ladyhawke, Tegan and Sara y Kylie Minogue), I Never Learn comparte muchos elementos con Youth Novels y Wounded Rhymes, los dos discos anteriores. Desde las portadas en blanco y negro hasta la temática oscura sobre corazones rotos y pasiones adolescentes, las tres producciones de Lykke Li se parecen tanto entre sí porque según explicó la artista en una entrevista para Time, forman parte de una trilogía “sobre una mujer en sus veintes que busca el amor y a sí misma”; y es que Lykke Li piensa que todo en la vida viene en ciclos de tres.
Como última parte de esta “serie”, es natural y lógico que I Never Learn, traducido como “Yo Nunca Aprendo” se titule así, pues sigue el mismo concepto de desamor que estaba presente en los materiales anteriores. También tiene sentido que sea más corto –dura menos de 40 minutos– y directo que los dos discos pasados, pero eso no significa que sea menos ambicioso o intenso. Desde la inocencia adorable de Youth Novels y la psicótica oscuridad de Wounded Rhymes, se nota que la nórdica ha crecido a consecuencia de todo un proceso doloroso y emocional. Irónicamente, eso le ha dado la clave para sin querer, completar su trilogía: el heartbreak más sincero y angustioso que le pudo haber sucedido a alguien.
En I Never Learn la instrumentalización entre electrónica y acústica es divina, las letras profundas y la voz de Lykke Li desgarradora. Desde el inicio con el track que le da nombre al álbum, las referencias al sensible elemento del agua –que puede expresarse tanto en el llanto como en el caos de la tormenta– se hacen notar y se vuelven una constante durante todo el disco. Nacida bajo el signo de piscis, que está regido por el agua, a los que crean en la astrología no les resultará raro que Lykke Li haya diseñado algo tan emotivo para sacar la cabeza del fondo y poder respirar tras haberse “ahogado” después de una relación devastadora.
En “I Never Learn” se menciona que “hay una tormenta y sólo queda el amor” y en “Gunshot”, Lykke Li se compara a sí misma con una sirena peligrosa que básicamente, busca “llevarse con el agua” los problemas que han aparecido en su vida amorosa. Otro track que hace una referencia relevante a las tormentas, el mar y la locura es “Love Me Like I’m Not Made of Stone”, que por cierto, tiene una temática muy similar al afligido corte “Made of Stone” de Evanescence. Y lo que sucede es que a fin de cuentas, de la misma forma en que el agua destruye, también da vida y como murmulla Lykke Li, se encarga de lavar todo aquello que está infectado, incluyendo al recurrente sufrimiento que desemboca en I Never Learn.
https://www.youtube.com/watch?v=kkeQ4knCEB4
Entre todo eso, Li muestra que antes de ser una artista pop, es una cantante y compositora inteligente/pensante. En I Never Learn no hay un “I Follow Rivers” o un “Little Bit”. Lo que más se acerca a ese sonido “pop de sencillo exitoso” son la épica power ballad de “Gunshot”, con sus frases tortuosas como “and the shot goes through my head and back. Gun shot, I can't take it back” y el precioso coro de “No Rest for the Wicked”.
Y aunque tracks como “Never Gonna Love Again” y “Sleeping Alone” muestran un profundo sentimiento de soledad, otros como “Heart of Steel” le dan una luz como esperanzadora y típicamente nórdica al álbum. Con esa luz que nunca se apaga, Lykke Li le pide a su corazón que no aprenda y que no se convierta “en acero”. “Don't fight when I finally find. A hand to hold, a song that clings with mine. Oh heart of steel, I can't let you win.”
Si Lykke Li antes vivía en la helada Suecia y experimentaba con sonidos y sentimientos, ahora es una mujer en todo el sentido de la palabra y se mudó al calor del desierto en California para crear un disco de canciones para los que sienten y en este caso particular, sufren por desamor. Y no hay que ser un completo sentimentalista para entender I Never Learn, pero si algún crítico o escucha cree que Lykke Li exagera o siente demasiado, es porque para su fortuna/dicha, nunca le han roto el corazón. La única pregunta que quedaría para hacerle a Li después de escuchar I Never Learn con atención es: ¿quién te hizo tanto daño?