Por Lenny López (@ElPepinazo) Cuando el sol de julio toca las imponentes montañas que rodean al valle de Oaxaca, el aire lleva consigo los aromas ancestrales que anuncian, como cada año, el inicio de las fiestas de la Guelaguetza; voz indígena zapoteca que significa cooperación.
El convite se lleva a cabo los dos últimos lunes del mes en el auditorio del Cerro del Fortín, mirador donde se puede ver la ciudad entera, razón por la cual a este encuentro cultural también se le conoce como Lunes del Cerro; sin embargo, la celebración comienza desde el sábado previo con el Desfile de Delegaciones, donde todos los pueblos de la diferentes regiones del estado que participarán el lunes desfilan por las calles del centro histórico frente a cientos de espectadores que los los esperan ansiosos en las aceras.
Así, cuando llega por fin el momento en que el presentador indica el inicio de la Guelaguetza, el sonido ensordecedor de los aplausos marca el comienzo de la máxima fiesta de las y los oaxaqueños, un encuentro de colores, música y baile único en su especie. Cada pueblo espera impaciente su turno por hacerse del escenario, compartir sus bailes y como ya es tradición, al finalizar cada número, arrojar al público los productos provenientes de su región: cocos, piñas, chocolate, totopo y muchos obsequios más que vuelan por los aires simbolizando ese sentimiento de hermandad que une a todas etnias a pesar de sus diferencias.
Este espectáculo se lleva a cabo en la mañana y en la tarde, aunque no es el único evento al que se puede ir, durante todo el mes hay actividades culturales a lo largo y ancho de todo el estado, como la famosa Feria del mezcal y la puesta en escena de la Princesa Donají, leyenda mixteca-zapoteca. Así que para todos los amantes del jolgorio y la multiculturalidad, las fiestas de la Guelaguetza son una oportunidad única para descubrir la majestuosidad del México profundo.