Ganadores del Grammy a mejor álbum en el 2011, laureados por la crítica y los fanáticos por igual, Arcade Fire decidió sacudirse la presión de ser ellos mismos. Teasers, trailers, calles pintarrajeadas con tiza; el marketing parece ser ahora parte fundamental del lanzamiento de un disco. El alter-ego musical se hizo llamar The Reflektors: una banda de 10 integrantes, enmascarados y escondidos tras pintura neón y poseedores de un sonido tropical y ominoso con “rítmica vudú”. Si Funeral (Merge, 2004) fue el retrato de una infancia suburbiana (mezclada en inocencia y tenue rebelión adolescente),y Neon Bible (Merge 2007) fue el disco político: anti-bélico, anti-establishment y anti-religioso. The Suburbs (Merge, 2010) sería la continuación de su álbum debut, un nostálgico regreso al lugar en donde se forman las primeras memorias. Bajo la premisa de álbum conceptual, Reflektor se basaría, en lo estético, en la mitología griega -más específicamente- en el mito de Orfeo y Eurídice. (El único hombre que pudo ablandar a Hades y a los demonios del inframundo con sus dotes musicales) en lo musical en el género rara de música haitiana y en lo filosófico en el ensayo de Kierkegaard: “The Present Age”
Bajo dichas influencias, Arcade Fire optó por darle predominancia al bajo, instrumento que lleva la línea en todo el álbum. Las percusiones son más mediterráneas, el piano más salsero; una combinación de pieles bronceadas bajo una eterna noche dionisíaca. Ese sonido resultante, como lo describe Win Butler (vocalista y guitarrista) , salió de un viaje que hicieron (post-Suburbs) a Haití (de donde es originaria Régine Chassagne cónyuge de Win y contraparte de la banda). Ahí, en una región selvática, se preguntaron cómo podrían llegarle a una audiencia no solo no familiarizada con su música, sino que no había escuchado nunca de los Beatles. Se enfocaron en la ritmicidad, en transmitir bajo los cánones más milenarios de la música: armonía y ritmo. De ahí la forma en la que hicieron Reflektor, y también la similitud de algunos tracks con los sonidos de Talking Heads. (David Byrne es uno de los más ávidos exploradores rítmicos de world-music que han existido)
Ahora bien, el disco está dividido en dos partes; más de 50 canciones fueron compuestas, y en la masterización y refinación a lado del productor James Murphy, el proyecto final quedó con 13 canciones. La primera parte está formada por la sección rítmica ( y donde se nota más la mano de Murphy) ; hay una pieza de dub sabrosísima llamada “Flashbulb Eyes” y la épica de estadio - con palmadita en la espalda a Bruce Springsteen incluída- “Normal Person”. La segunda parte comienza con el reprise orquestal de “Here Comes The Night Time”, y marca la ambientación ensoñadora, acústica y nocturna con la que seguirán las dos canciones dedicadas a Orfeo y Eurídice. Hay vastos detalles en cada canción, que a una cuidadosa escucha, pueden resultar hermosos. Reflektor en su totalidad, posee tintes de rockabilly, reggae e incluso punk (los inicios de “Joan of Arc”)
http://youtu.be/_fFAKrIntzY
Sin embargo, aparte de la incursión en terrenos musicales desconocidos, tras darle algunas vueltas a sus trece canciones, se siente la falta de aquella chispa de emoción, de las canciones gestadas con el alma y cantadas por las entrañas y el corazón; aquellas canciones que nos dejaban con la piel chinita y la voz ronca. La fuerza con la que se ha caracterizado Arcade Fire pasa casi-desapercibida en Reflektor.
Si se pudiera vivir separados del hype, la expectación y los álbumes previos -así como The Reflektors se separaron de Arcade Fire- se podría hablar del álbum rico en arreglos, en madurez musical, en cadencia, incluso, de aquella banda de Montreal. Regocijémonos, pues contrario a la peor de las apuestas, estamos ante un disco cuidadoso, detallado y como cualquier pieza de museo, estéticamente bello.
http://youtu.be/r75BFcH4u2k