Por: Giovanna Pérez Alejandre.
El Calentamiento Global es el aumento gradual de la temperatura mundial, en específico de la atmósfera y los océanos, a causa del efecto invernadero, el cual, es la concentración de calor producido por la acumulación de ciertos gases en la atmósfera.
El efecto invernadero sucede cuando la capa de contaminación que producen los gases como el dióxido de carbono y el metano, impide que los rayos solares que entran a la atmósfera, después de rebotar contra el suelo, salgan, ocasionando la elevación de la temperatura en la tierra. Estos gases son generados, entre otros, por la deforestación y la quema de combustibles fósiles como el petróleo y el carbón.
Mientras mayores volúmenes de gases de efecto invernadero son liberados hacia la atmósfera, mayor es la cantidad de calor que queda atrapada y que eleva la temperatura de la tierra.
El calentamiento global ha suscitado cambios climáticos, generando que los vientos y corrientes oceánicas agiten el calor alrededor de la tierra, desatando el enfriamiento de algunas zonas y el calentamiento de otras, así como la modificación de la cantidad de lluvias y nieve, por ello, mientras algunas zonas han experimentado sequias otras inundaciones, lugares calurosos se han vuelto fríos y los frescos se han tornado cálidos.
En consecuencia, las estaciones se han modificado, se han ido derritiendo los glaciares, ha aumentado el nivel del mar, y las selvas se han ido secando, afectando a la flora y fauna. Nos enfrentamos a climas extremos que engloban sequias, olas de calor, frentes fríos, huracanes y precipitaciones. Si esto continúa avanzando se prevé que no haya recursos naturales para sustentar la vida humana.
En este sentido, el término cambio climático y calentamiento global, refieren al mismo fenómeno.
El calentamiento global atenta contra los derechos humanos básicos: seguridad alimentaria, acceso al agua potable y sanidad. Las alteraciones en los patrones de precipitaciones y la desaparición de los glaciares disminuyen la disponibilidad de agua para consumo humano, agrícola e hidroeléctrico; la erosión y la falta de humedad del suelo afectan los procesos agrícolas y ganaderos.
Lo más lamentable de este fenómeno, es que perjudica a las regiones más desfavorecidas, dejándolas a merced de un clima enloquecido y forzándolos a abandonar sus hogares o contraen enfermedades ante las que no están preparados.
Como parte de las medidas que se han implementado para combatir el calentamiento global, está el Protocolo de Kioto, vinculado a la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático.
Dicho acuerdo internacional fue negociado en 1997 y entró en vigor en 2005. Establece metas de reducción de gases de efecto invernadero en un cinco por ciento, para treinta y siete países industrializados. Sin embargo, los resultados de este acuerdo se vieron limitados, debido a que no fue ratificado y acatado por Estados Unidos, principal productor de dichos gases.
Inicialmente, este protocolo tenía como vigencia el año 2012, sin embargo, para continuar con esta causa, se acordó un segundo periodo de vigencia, comprendido del 1 de enero de 2013 hasta el 31 de diciembre de 2020.
Para el caso de México, al ser considerado un país en vías de desarrollo, no es obligatorio acatar este protocolo. No obstante, al formar parte de Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, también lo es del Protocolo de Kioto.
Por ello, al tener presente que las emisiones nacionales aumentan con el paso de los años y la necesidad de asumir compromisos para su reducción, en 2012, entró en vigor la Ley General de Cambio Climático, la cual establece la expedición del dos instrumentos para orientar e instrumentar la política pública en la materia, el Programa Especial de Cambio Climático elaborado por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales y la Estrategia Nacional de Cambio Climático. Dicho programa establece la planeación sexenal, los objetivos, estrategias, acciones y metas para enfrentar el cambio climático
Es evidente que el calentamiento global es un tema que atañe al ámbito social, político y económico. Nuestro estilo de vida contribuye directamente a su desarrollo, pero también está en nuestras manos combatirlo reduciendo el uso de energía, agua, materias primas y químicos; reutilizando productos y reciclando, entre otros.