"¡Siempre escucho burdel! ¿Y qué?
En ningún sitio me siento más en casa".
Toulouse-Lautrec.
Noche. Música, baile y jolgorio. Toulouse-Lautrec fue un pintor con un gusto desmedido por la vida social que se desenvuelve al amparo de la luna. Retrató a la Ciudad Luz en uno de sus periodos de mayor esplendor (la Belle Époque). Su vida misma es la ilustración perfecta del verdadero artista bohemio de vanguardia. Su fascinación, casi obsesiva, de la figura femenina trascendía todos los estratos sociales; la pinta en su cotidianidad, en la calle, en el café, en el teatro, en el cabaret y en burdel.
El Museo del Palacio de Bellas Artes presenta desde el jueves 11 de agosto la exposición El París de Toulouse-Lautrec. Impresos y carteles del MoMA. Una muestra de poco más de un centenar de piezas que forman parte del archivo particular del Museo de Arte Moderno de Nueva York. Se trata de la colección más grande y completa de su tipo. Comenzó en 1940 por iniciativa de Abigail Greene (esposa de John Davison Rockefeller Jr.), quien fuera una de las principales responsables de la creación del museo en 1929.
La muestra es un repaso por la obra de Henri Toulouse-Lautrec (1864-1901) en su faceta de ilustrador. Este artista posimpresionista capturó en viñetas el París de las últimas dos décadas del siglo XIX. Lautrec rehuía del esnobismo en la llamada “alta cultura”, siempre se inclinaba en favor del entretenimiento popular. Sus litografías y carteles eran para estar en la calle, afuera de los salones de baile y los cabarets. Sus composiciones atrapan la vista del curioso que se abre paso entre el bullicio de la vida urbana en busca de diversión ajena a la moral conservadora. Destaca el cartel para Moulin Rouge, un centro de entretenimiento multidiverso que alcanzó fama mundial y del cual Baz Luhrmann hizo una película.
Henri Toulouse-Lautrec padeció varios problemas de salud debido a una frágil condición física, resultado -quizá- de que sus padres eran primos hermanos. Durante su adolescencia se rompió ambas piernas, lo que limitó su crecimiento e hizo que por el resto de su vida necesitara de un bastón. Tiempo después, manifestó que de no ser por esas fracturas, jamás se hubiera dedicado al arte.
Su metro con cincuenta y dos centímetros y su andar un poco torpe no le impidieron adentrarse en el submundo de Montmarte (un barrio decadente en la periferia de París), refugio de criminales, prostitutas y bohemios. Se convirtió en un habitual de la vida nocturna de esa zona, el ambiente fue una de sus mayores inspiraciones y, a la postre, su obra durante ese periodo le granjearía fama. Tanta que le alcanzó para ser el primer artista que en vida expusiera en el Museo de Louvre.
La mujer es el elemento central en la obra de Lautrec. Su fascinación por el género se extendía a empleadas, actrices, cortesanas y prostitutas, a las que -sólo en ocasiones- les pagaba para que modelaran para él. No obstante, sus relaciones personales con las féminas, eran complejas y conflictivas. Aunque cenaba casi todos los días con su madre, también le fastidiaba su proximidad. Con frecuencia, aplazaba relaciones románticas potenciales hasta que se convertían, en cambio, en amistades platónicas.
Los personajes de Lautrec no derivan de los clásicos arquetipos. Muchos de ellos son personas que el artista se encontraba en el día a día; algunos otros, incluso, tenían una relación de amistad con él. Así pues, no le costaba mucho trabajo atrapar el carácter de las figuras humanas en trazos sencillos pero cargados de expresividad.
A la par que Lautrec socializaba con las estrellas de los cafés cantantes, también era parte de un círculo de autores, editores, compositores y dramaturgos. Gracias a una acomodada posición social Toulouse-Lautrec pudo llevar una vida relativamente holgada; aún así, no rechazaba trabajar por encargo. Sin embargo, su personalidad contrastante no le permitía ser objeto de imposición y, sus motivaciones profundas para dibujar iban más allá de la solicitud.
Reconocido por su interés en la mujer y su vida en los burdeles, se le comisionó ilustrar una serie de folletines eróticos. El resultado: un rotundo fracaso. No representó desnudos frontales, ni poses sugerentes; pintó a las mujeres en la cotidianidad de su cuarto, preparando un baño o lavándose el pelo.
Henri se sintió atraído por La fille Elisa, novela de Edmond de Goncourt, publicada en 1877. La historia narra el trágico destino de una prostituta que es condenada a muerte por el asesinato de un soldado que intentaba violarla, y del cual ella se había enamorado. Lautrec se ofreció a ilustrar el libro para una reedición del mismo; pero fue rechazado por el autor, no obstante, decidió ilustrar su propio ejemplar.
Galería:
Fotografías: Edgar Martínez
La exposición El París de Toulouse-Lautrec, impresos y carteles del MoMA se podrá visitar hasta el domingo 27 de noviembre del 2016 en el Museo del Palacio de Bellas Artes. Abre de martes a domingo en un horario de 10:00 a 18:00 horas, con visitas guiadas a las 13:30 y a las 15:30.