Eisenstein en Guanajuato —y en el Palacio de Bellas Artes

 

Por Claudia Itzkowich

Este E. es un monje medieval, erotómano místico. Cínico y extático.

Trovador de orgasmos de todas clases, conocidos y desconocidos.

Serguéi Eisenstein

Hace décadas que a Peter Greenaway le gusta repetir que el cine está muerto. Hace décadas que Peter Greenaway estudia a quien considera el mejor cineasta de todos los tiempos: Serguéi Eisenstein. Pero, en un director que no se ha cansado de buscar maneras de romper con las fórmulas preestablecidas, la provocación supuestamente contradictoria es más bien un manifiesto. Un reto que se impone, por sobre todos, a sí mismo.

 

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Greenaway argumenta que la idea del cine que estableció en 1936 el crítico francés André Bazin como una oportunidad para utilizar, juntos, los recursos del teatro, la literatura y la pintura, sigue vigente. Y sin embargo, lamenta que, al menos en el plano visual, tal aspiración aún no se haya concretado.

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En ese sentido, resulta sintomático que el director que inspira este largometraje haya hecho su última película en 1940. El objetivo original era realizar un documental, pero el proyecto terminó por transformarse en el lenguaje mucho más libre de un Greenaway que repudia lo limitado del formato cinematográfico.

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Desde las primeras escenas, el uso de varias pantallas simultáneas dentro de la gran pantalla permite vincular imágenes históricas con otras recién filmadas ex profeso en Guanajuato. Entre esas imágenes, figuran algunos de los cientos  de dibujos eróticos del director —mismos que se exhiben en el Museo del Palacio de Bellas Artes como parte de la muestra “Vanguardia Rusa” hasta la primera semana de febrero.

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Más que una historia, la trama es una alegoría (o caricatura) de la liberación, casi un rito de paso, con fragmentos de carcajada e iluminaciones —unas más obvias que otras— acerca de la vida, el dinero, la muerte; el sexo.  La idea es que la temporada que Eisenstein pasó en México financiado por el escritor estadounidense Upton Sinclair para realizar aquella película sobre la revolución que nunca culminó, cambió su vida.

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La acción está acotada en 10 días, los “10 días que conmocionaron a Eisenstein”, una referencia a Diez días que conmocionaron al mundo, título de la película Octubre  del director ruso, y del libro homónimo de John Reed. Y buena parte sucede en el pórtico del Teatro Juárez, que hace las veces de la habitación del director, y de escenario a su relación con el antropólogo y genealogista Palomino Cañedo: pareciera que los bloques de vidrio sostenidos por columnas dóricas tenían una cita pendiente con el cineasta británico. Es más, pareciera que fueron puestos ahí hace más de un siglo para esperar a que llegara su momento de iluminar algunas de las escenas más memorables de la película.

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Porque, aun si Eisenstein en Guanajuato fuese una cinta muda, o incluso uno solo de los cuadros en los que Eisenstein aparece iluminado desde abajo a través de esos bloques, valdría la pena celebrarla. Por fortuna son casi dos horas del Greenaway que no se cansa de pintar en el cine.

2015

Director: Peter Greenaway Protagonistas: Luis Alberti, Elmer Back Reparto: Stelio Savante, Lisa Owen Vestuario: Brenda Gómez Displaying IMG_5200.jpgDisplaying IMG_5200.jpgDisplaying IMG_5200.jpg

 

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