Día de Muertos, una fiesta irreverente

Por Sahib Ramírez

El día de todos los santos

“El solitario mexicano ama las fiestas y las reuniones públicas. Todo es ocasión para reunirse. Cualquier pretexto es bueno para interrumpir la marcha del tiempo y celebrar con festejos y ceremonias (a los) hombres y acontecimientos. Somos un pueblo ritual. Y esta tendencia beneficia a nuestra imaginación tanto como a nuestra sensibilidad, siempre afinadas y despiertas. El arte de la fiesta, envilecido en casi todas partes, se conserva intacto entre nosotros. En pocos lugares del mundo se puede vivir un espectáculo parecido al de las grandes fiestas religiosas de México, con sus colores violentos, agrios y puros, sus danzas, ceremonias, fuegos de artificio, trajes insólitos y la inagotable cascada de sorpresas de los frutos, dulces y objetos que se venden esos días en plazas y mercados”: escribió Octavio Paz en “Todos Santos, Día de Muertos”, como parte de su Laberinto de la soledad.

El Nobel de Literatura afirmó que toda ocasión es digna de celebración, incluso si de la muerte hablamos.

Las civilizaciones precolombinas, como aztecas, mayas, nahuas, totonacas, purépechas, entre otras, ya profesaban un culto a lo sobrenatural desde los años 1200 antes de Cristo; muestra de esto es la máscara ceremonial de Tlatilco, encontrada en el Estado de México, creada por una civilización del altiplano central. Representa a un ser ajeno al mundo terrenal, de ojos enormes y aterradores.

tlatilco

La muerte y el renacimiento son conceptos simbióticamente unidos -aunque no lo parezca-, el Día de Muertos es la convergencia de tradiciones europeas y del reino de Mictlantecuhtli, pero donde la religión católica prevaleció.

1 y 2 de noviembre son las fechas teñidas de púrpura, naranja y negro. El primero de los días es dedicado a quienes murieron siendo infantes, en tanto que el segundo, pertenece a los adultos.

Estas fechas desembocan en una verbena gastronómica, floral y musical; de sentimientos difíciles de compaginar; nostalgia y dolor por quienes la memoria atesora, pero también de felicidad por un posible encuentro.

Octavio Paz plasmó lo que vio en el desenfado de los mexicanos; un pueblo que busca a la muerte, “la frecuenta, la burla, la acaricia, duerme con ella, la festeja, es uno de sus juguetes favoritos y su amor más permanente”.

La celebración del Día de Muertos realizada en territorio mexicano no tiene comparación alguna. En 2008 fue declarada por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

La ofrenda

ofrenda muertos

La ofrenda de Día de Muertos es un acto cargado de simbolismo y secretos guardados por la tradición de festejar a los difuntos. En ella las mesas se cubren de comida, dulces, bebidas, flores, inciensos y luces, en un auténtico tzompantli cultural.

Los elementos que constituyen el ofrecimiento a los incorpóreos encierran significados místicos poco difundidos. El agua sirve para calmar la sed de los visitantes, al mismo tiempo que purifica; la sal no debe faltar, ya que representa el sabor de la vida y mantiene incorrupta el alma; la luz que ilumina el camino desde el Mictlán, el cielo o del más allá, está cargo de los cirios y veladoras; las flores de cempasúchil marcan el camino que han de seguir las animas desde el panteón hasta las ofrendas, y viceversa; se cree que el ir y venir de los espíritus es constante, por lo cual, entes no deseados pueden entrar en la morada de los ofrendantes, razón por la cual se hace imperativa la colocación de copal y de inciensos, como forma de protección.

Existe cantidad de objetos que se usan en la construcción de una ofrenda, como fotos, platillos favoritos del difunto, pan, café, frutas, calaveras de azúcar o chocolate, dulces típicos tradicionales, cerveza, tequila, cigarros, fotos, cartas, libros… Todo lo que uno se pueda imaginar. La razón es darle la bienvenida a los que regresan con gusto, una noche al año.

La catrina

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Por caóticas calles, a través de panteones alumbrados con cirios o en fiestas amenizadas con música viva, una señora de esbelta figura, aperlados dientes, ropas finas y sombrero hampón cargado de plumas multicolores, se pasea haciendo alarde de su fama.

La Calavera Garbancera es una invención del artista plástico José Guadalupe Posada, quien con calacas retrataba la época porfirista: excesiva, soberbia y garbancera, que renegaba lo indígena aspirando a lo europeo.

La influencia de Posadas sobre artistas posteriores es tangible, al grado de que Diego Rivera sería el responsable de bautizar y pintar vestida la obra del maestro Posadas en el mural “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central”.  

"La muerte, es democrática, ya que a fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera”, decía José Guadalupe Posada.

Si bien la Catrina o Calavera Garbancera es una representación satírica de la sociedad de finales de siglo XIX y principios del XX, en la actualidad es un referente ineludible en los festejos del 1 y 2 de noviembre.

Actualmente es un disfraz casi obligado para las señoritas que pretenden salir a conquistar un catrín o para las niñas que con chilacayote en mano piden su calaverita.

Los dulces

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Un referente a nivel mundial de lo que es el Día de Muertos son las coloridas calaveras de azúcar glas, también llamados alfeñiques; dulces típicos del centro de la república mexicana. Las figuras más populares son las de cráneos sonrientes con lentejuelas en los ojos, las cuales portan un listón ensortijado en la frente en el que reza el nombre del difunto, o del vivo que pretende burlarse de la huesuda. También se elaboran caramelos, chocolates, gomitas y todo lo que se pueda comer con forma de calaca.

“De golosos y tragones están llenos los panteones” profesa un dicho conocido y puede que sea verdad, pues las ganas de festejar son tales que inclusive el pan se disfraza, se cubre de huesos y azúcar de colores chirriantes.

El festejo de la muerte en el mundo

La conmemoración de quienes han dejado el mundo de lo tangible no es exclusiva de México, aunque toda comparación está fuera de lugar. En diferentes regiones del mundo existen culturas que rinden homenaje a sus antepasados desde tiempos inmemoriales.

"El ritual funerario en todas las culturas tradicionales o históricas ha sido una parte sustancial de la cohesión social, del propio sistema de integración de los individuos", asegura Miguel Rivera Dorado, antropólogo y catedrático de la Universidad Complutense de Madrid. "El muerto no desaparece, sino que continúa en la sociedad y es parte de la integración de todos los miembros (de la misma)”.

En nuestro país esta celebración es un acto fundamental donde se ve reflejada la cosmovisión y personalidad del pueblo mexicano, una celebración mestiza en la que se unió el culto a los dioses prehispánicos y a las creencias judeocristianas.

Una irreverente fiesta que emana desde los panteones e iglesias celebra a Todos los Santos, a los Fieles Difuntos y a los señores de Mictlán. Un agasajo de sabores, colores y olores sumerge los sentidos en un carnaval que se extiende desde la península de Yucatán y hasta la frontera con Estados Unidos.

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