Cuando un equipo puede consolidarse en un mercado determinado, la pasión generada se presta para confundirse con religiosidad, como el caso tan particular del Club Pachuca, donde gran parte de los atractivos y servicios públicos de la capital hidalguense utilizan el mote de su equipo de fútbol: Tuzos. Conforme entré a la “Bella Airosa”, me percaté de ello: el tuzobus, la tuzoplaza, el tuzoforum y hasta el tuzoofari. El consumo de la marca “Tuzos” en la ciudad es absoluta.
Sin embargo, momentos después esa tarde, me percaté de que no en todos los puntos de la ciudad se vive ésta marca con tal devoción. Lo curioso es que fuera en el cénit del club donde sucediera el fenómeno.
Si bien las inmediaciones del Estadio Hidalgo cobraron vida con los colores de los equipos combatientes, fue extraño que una gran cantidad de aficionados aparecieran ataviados con ropa ajena tanto a los locales como a los visitantes.
Equipos de fútbol europeo, playeras del Mundial de Brasil y diversas playeras de equipos nacionales fueron tendencia entre los asistentes al “Huracán”. ¿dónde está ese fervor por el Pachuca? Si, ese que los llevo a autodenominarse: “El equipo de México”. El verdadero aficionado, según yo, no sólo quiere, sino debe presumir sus colores orgulloso del escudo que porta en el pecho. Todos los demás, merecen la etiqueta de “villamelones”, la última frontera a la que un fanático quisiera llegar.
En todas direcciones en relación a mi asiento, encontré una playera ajena a las del partido y para saber a que conjunto se inclinaban sus amores futbolísticos, había que ver una jugada donde la polémica fuera la balanza. Cómo dijera Juan Gabriel: Pero ¡qué necesidad!
Ya con la resignación de quien no puede hacer sino ver, me concentré en un partido de continuos roces y algunas pinceladas de buen fútbol, capitalizadas en cinco ocasiones, mismas que desenmascararon el secreto que todo aficionado esconde debajo de su playera del Milan o de Alemania.
Al final, los Tuzos dejaron ir puntos en casa y la elástica blanquiazul cargó espaldas corvas y caras largas, contrario a aquellos que lucieron playeras de prosapia mundial. Para ellos el sufrir es a medias, incluso a costa del sacrificio de disfrutar a medias. A final de cuentas, no es el equipo, sino la victoria, el afrodisiaco más poderoso que tiene el fútbol, y cualquier competencia.
Omar García // @omarrgc