Conor Oberst #CC13

Conor OberstPor Alan Luna (@AlanisMoon)

Una guitarra, una voz y una grabadora. Así es el comienzo. La simpleza del folk es, muchas veces, más abrumadora y estremecedora de lo que puede ser una instrumentalización de 50 mil pistas saturadas de ruido. Un muchacho que crece oyendo a los Smiths y cuyo primer álbum comprado a conciencia, es el Staring at the Singles —recopilación de los sencilos de The Cure—, seguramente tiene una sensibilidad exacta para disparar sentimientos con la música que haga.

Conor Oberst nació en Omaha. Fue un “niño prodigio” que a los 12 años comenzó una aventura de composición musical y a los 13 lanzó su primera grabación a través de una temprana versión de Saddle Creek Records —sello que hasta hoy continúa administrando junto a su hermano y Mike Mogis. Después vendrían algunas bandas. The Faint, Commander Venus, The Magnetas, Park Ave o Monsters of Folk —en donde uniría fuerzas con genios como Jim James de My Morning Jacket o M. Ward. Nombres quizá irrelevantes, quizá no, pero a la par, en 1995 nacería el proyecto con el que Oberst ha alcanzado el estatus de artista de culto.

Bright Eyes va más allá de las canciones bonitas. Sí, “First Day Of My Life” es la rola perfecta para dedicarle a tu sweetheart, no importa si eres un puberto, un adolescente, un adulto, o un viejo, pero Bright Eyes no es una rola. La capacidad de expresar sensaciones humanas, contar historias o hilvanar versos que te gustaría tatuarte alguna vez en tu vida, es algo que Oberst y su maestría al componer han hecho un sello característico. Todo esto, aunado a un descomunal talento musical y experimental del que el único miembro constante ha sido Conor Oberst. Si no le han entrado a su música, escuchen completito el I’m Wide Awake, It’s Morning (Saddle Creek, 2005)y así como dice Natalie Portman en Garden State (acerca de “New Slang” de los Shins): “it’ll change your life”.

A la par de Bright Eyes, Oberst volvió a lanzar otro disco con su nombre. Se titulaba como él. El homónimo que le faltaba a su carrera. Cuando la cabeza tiene tanto por ofrecer, los proyectos nunca son suficientes. Después del primer disco grabado en Tepoztlán, la banda cambiaría a un nombre más contundente: Conor Oberst & The Mystic Valley Band nacía oficialmente. Tres discos a cuestas y canciones entrañables es lo que hasta ahora ha dado la nueva aventura del muchacho de Omaha.

Conor Oberst es con quien te puedes refugiar cuando la vida parece no tener sentido. Cuando lo único que quieres es ponerte unos audífonos y alienarte de lo cotidiano y lo que parece agobiarte. Su voz pacificadora. Su magnífico sentido creativo para hacer canciones que no molesta poner en repetición una y mil veces. El compaginar con sus letras e historias que cuentan con un humor irónico, pero también con una melancolía inherente y una calidez a la que sólo te puedes aproximar por medio del amor. Y lo que comenzó con la simpleza de la guitarra y la voz, hoy ha crecido hasta dejar un legado ya imborrable en cualquier destello de unos hermosos ojos, o en el viento que sopla por un valle de apariencia mística, y que en el Corona Capital podremos volver a ver y sentir en vivo.

I’m glad I didn’t die before I met you, Conor.

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