La ciencia ficción es una mina de oro para Hollywood; el género, cuya belleza radica en planteamiento de preguntas, de historias y problemas que aludan a los malestares de la sociedad, es hoy un terreno fértil para la producción de películas cuyo valor se centra en efectos visuales, sin mucho significado detrás. Es por esto que el director sudafricano, Neil Blomkamp, nos sorprendió en 2009 con District 9, cinta que combinaba el falso documental con una aventura extraterrestre en Johannesburgo para atender el tema de la segregación racial, situación que alude al pasado histórico del país. Hay algo que tuvo que tener esta cinta que la hizo resaltar tanto en contraste con los otros trabajos de Hollywood, que parecen sólo aparecer para sorprender y ser olvidados.
Quizás la cuestión radica en una idea, o cómo lo plantea Blomkamp, en un "concepto". Después de haber realizado la fallida Elysium (2013), Blomkamp confesó recientemente en una entrevista con Uproxx que su error fue no prestar tanta atención al guión, pues para él, el concepto de un planeta con características de gueto que es orbitado por una nave dónde habita la gente rica, parecía lo suficiente interesante para conducir una trama. Es innegable que el director tiene un estilo estético impecable, crudo, que quita el avance tecnológico de su pedestal y lo introduce a un entorno decadente en el que rara vez se ve y lo mezcla a su vez con problemáticas sociales, es por esto y una valiente aceptación de sus errores, que su nueva cinta, Chappie, llega con un tono esperanzador.
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Estelarizada por Dev Patel (Slumdog Millionare, 2008), Hugh Jackman y los integrantes de Die Antwoord, Ninja y Yolandi, Chappie toma lugar en un Johannesburgo inundado de crimen y cuya policía se ve forzada a comprar robots de la empresa Tetravaal. Dentro de esta trabajan Deon (Patel), el joven que diseño lo robots policías y que quiere crear el primer robot pensante, y Vincent Moore (Jackman), un ex-soldado que busca hacer que su diseño de robot (demasiado parecido al ED209 de Robocop) sea utilizado por la policía. Simultáneamente, Ninja y Yolandi, que aparecen como ellos mismos, necesitan hacer un robo para pagar una deuda, por lo que secuestran a Deon con la esperanza de que el pueda evitar que sean capturados por los robots policías al momentos del robo. Sin embargo, al secuestrarlo terminan por apropiarse también de Chappie, la nueva creación pensante de Deon. Estos tres personajes terminarán por criar al inocente Chappie en un mundo de violencia y caos.
Si esta sinopsis resultó confusa es porque quizás el mayor problema de Chappie es que, al igual que su protagonista que tiene mentalidad de infante, la película es sumamente dispersa en lo que trata de hacer y decir, frecuentemente tropieza en ambiguedades o conceptos que se dan por hechos. A pesar de tener un excelente manejo de ideas interesantes, efectos especiales apantallantes y un sobresaliente trabajo por parte de Sharlto Copley, quien le da voz a Chappie, la película descuida elementos como el desarrollo de personajes y sus motivaciones, que en suma hacen que la dirección de la cinta sea tan inestable como un pingüino en el aire; interesante, pero incapaz de volar.
Parte del problema surge de un error de dirección en los actores, particularmente en Hugh Jackman, quien encarna a un ex-soldado, ingeniero en robótica (buen combo) que trabaja en una oficina de cubículos vestido como Steve Irwin, con una pistola en la cintura y un balón de rugby sin que a nadie le parezca extraño. Es difícil definir si es intencional que el personaje antagónico de Jackman caiga en lo ridículo de esta manera. Sumado al subtitulaje en español que utiliza frases como "No seas tan Godínez" y "¿Qué onda chavos?", su personaje se vuelve, inevitablemente, lo más cómico de la película.
El caso de Ninja y Yolandi resulta interesante; el permitir que aparezcan como ellos mismos, incluso escuchando su propia música y coleccionando mercancía de Die Antwoord es un giro divertido, pero ambos son personajes poco cambiantes y que son personajes que ocupan un lugar necesario para esta historia que a su vez no se enriquece con su presencia. Los mejores momentos de ambos son sus interacciones con el inocente Chappie, cuya animación es, sin duda, el elemento más sobresaliente, y a la vez, inquietantemente conmovedor de la cinta. Como espectador, resulta alucinante el nivel de empatía que se puede generar hacia Chappie y su fluida gesticulación.
De nuevo, Blomkamp tiene fantásticamente manejado su universo al igual que en Elysium, pero a diferencia de esta, el "concepto" con el que trabaja es poco claro, parece inicialmente centrarse en un cuestionamiento sobre qué constituye una humanidad, pero después pasa a centrarse en la consciencia sin mucho empeño por definir el valor de la misma y muy gratuitamente imponiendo limitaciones sobre su transferencia y preservación. En los últimos momentos de la cinta hay una escena relevante que se adentra en un nuevo terreno sobre la inteligencia artificial, pero lamentablemente esta parece desconectada de todo lo demás y termina por parecerse demasiado a District 9.
Entonces, ¿vale la pena Chappie? Para el entusiasta de la ciencia ficción y el fanático de Die Antwoord definitivamente encontrarán elementos entretenidos e intersantes, pero probablemente estén regados sin un hilo que los tense con la fuerza que ameritan. Por lo demás, a pesar de que Chappie es una maravilla de presenciar, sus actitudes y reacciónes son dignas de inspirar una ternura similar a la de Wall-E, incluso en quien no tenga paciencia con una historia mínimamente funcional. Y es que es evidente el esfuerzo que hubo por tomar una dirección diferente a la de esas otras películas sin fondo que han simplificado el género, pero por ahora, Blomkamp queda a deber aun una historia que desdoble las ideas que el género merece sin recurrir a excesos o elementos que le den a la película giros sin sentido.