¿Cómo habrán recibido las sociedades británica y americana a los punks cuando a mediados de los 70, aún no habían sido plenamente identificados como una subcultura? El aspecto contestatario y radical de estos personajes, acompañado por una moda estridente y actitudes anárquicas, definitivamente ponía en jaque a los principios cívicos y las buenas costumbres. Antes de que el punk fuera intelectualizado y empaquetado como pieza de arte por Malcolm McLaren a través de los Sex Pistols, éste era sólo una reacción corrosiva de los jóvenes ante un sistema que no los tenía considerados y que no ofrecía opciones para integrarlos en un sistema educativo o laboral: En “No Future” (Sex Pistols, 1977), la letra advertía: “Somos las flores en la basura, somos el veneno en su máquina humana. Somos el futuro, su futuro”.
En 2012, tanto la ideología, moda, música y gráfica punk ya han sido decodificados, asimilados y estandarizados para consumo de masas en un rango que va desde el Chopo hasta cualquier tienda de mall.
El concepto del “punk”, en sí, ha dejado de ser un sinónimo para la discordia, el caos y la anarquía. Sin embargo, en el contexto mexicano donde ocurre la combinación de una juventud sin educación, perspectiva de futuro y figuras morales, el punk ha mutado en un bricolaje igual de disonante: lo “chaka”.
Aquí no hay un Sid Vicious ni un McLaren, aunque se agradecería que existiera la intelectualización del “No Future”, pero estamos muy cerca del evento, como para que surjan líderes y figuras reconocibles: hoy simplemente los “chakas” actúan como marabuntas en pandillas similares a los Warriors de la película de 1979, tomando vagones y estaciones de metro como territorio, a falta de espacios de desarrollo ofrecidos por las autoridades.
No se trata de hacer una apología a los “chakas” su potencial criminalidad es inaceptable. Y no se puede tachar directamente a alguien que escuche reggaetón o baile perreo, como un potencial vándalo o peón del narcomenudeo. Pero antes de caer en acciones de odio como las invitaciones de “Haz patria, mata un chaka”, habrá que desenredar los complejos trasfondos socioculturales que han engendrado la parte más negativa de esta nueva (contra)cultura y ofrecer soluciones de integración y rehabilitación.
Algún día, quizá, los chakas sean una postal de souvenir para turistas que se retraten en la glorieta del Metro Insurgentes, nuestro Piccadilly Circus.
Este texto fue escrito para la columna de Ibero 90.9 en Publimetro y apareció el 10 de agosto del 2012