El consuelo a una década sin Bright Eyes: Fortaleza y vulnerabilidad a partes iguales en su álbum regreso

El consuelo a una década sin Bright Eyes: Fortaleza y vulnerabilidad a partes iguales en su álbum regreso

Para aquellos afines a la música emo que transitó por los primeros años del nuevo milenio, Bright Eyes bien podría ser considerada ya como una banda clásica. Fue gracias a sus primeros nueve álbumes como Conor Oberst y sus colaboradores, Mike Mogis y Nate Walcott, que lograron definiry refinar un estilo de rock tan honesto que se convertiría en un pilar esencial para un género y una marca indeleble para toda una generación. Es por ello que cuando la banda tomó una pausa en 2011 después de The People's Key, el final extraoficial de una era se sintió en los corazones más emotivos del milenio que comenzaba. 

Por eso, entre las rarezas que ha traído para nosotros el 2020, el regreso de Bright Eyes después de casi una década no es un gesto pequeño. Si bien en una primera instancia podríamos pensar que parte de este retorno podría ser un resultado de pura nostalgia, conforme nos acercamos al trabajo que los estadounidenses hicieron en su nuevo álbum, Down in the Weeds, Where the World Once Was, nos encontraremos con una de las referencias más sólidas y grandilocuentes logradas hasta el momento en su repertorio; una continuación sin fisuras de la era que pausaron hace nueve años, como si la banda se encogiera de hombros y sencillamente volviera a crear música.

Si bien fueron nueve años de ausencia, la banda nunca se fue del todo. Es necesario recordar la influencia que tuvo sobre los millenials que ahora son influencias para otros. Post Malone, por ejemplo, confesó que fueron su inspiración para “Young Thug”, Mac Miller hizo algunos covers de ellos y Lil Peep los sampleó.

Es cierto que los miembros ya no son los mismos. Sin embargo, el sonido del grupo y su capacidad para recoger historias dolorosas y un tanto compungidas no ha cambiado en absoluto. La magia de plasmar los sucesos más desoladores en sus canciones está intacta y los nuevos elementos que incorporan a su música, como una mayor libertad a la hora de los arreglos y narrativas más específicas, hacen que sus fans tengan elementos con los cuales poder seguir mirando hacia el pasado y al presente a la vez.

Con 14 pistas de largo, la penumbra puede volverse dominante y hasta abrumadora. Sin embargo, seguramente sus fans les perdonarán toda esa tristeza y serán indulgentes con ellos pues, en cierta forma, estaán recuperando el tiempo perdido.

El abridor “Pageturner's Rag” es la típica “palabra hablada” atmosférica, deliciosamente adornada de las pretensiones con las que inicia la mayoría de los discos de Bright Eyes; esta vez son algunas conversaciones bilingües en español e inglés surfeando sobre los sonidos estáticos de un piano de antaño y bajo el eco de un lounge

Dance And Sing” cumple lo que promete su nombre y se balancea con opulencia folclórica mientras Oberst establece el tono de perseverar aún en los tiempos más horribles. “Got to keep on going like it ain’t the end, got to change like your life is depending on it”, y sí, puedes sentir que lo dice en serio.

Conforme uno avanza en la escucha, irónicamente los momentos más poderosos de este disco son también los más sencillos, algo que resulta inusual, pero definitivamente bello. Desde el comienzo, nos topamos muy de cerca con el semblante serio y el tono confesional que tanto caracteriza a Connor Oberst, eso sí, más arropado que nunca a la hora de narrar sus historias con una dimensión extra y mayor capacidad para congelar la sangre. 

La sensación adrenalínica de la tristeza también está presente y convive con nosotros a lo largo de todo el álbum y se plasma en temas como “One and Done”, donde las líneas iniciales “I was dreaming of you. You’re in my dreams” rápidamente se transforman en escenarios sombríos donde las pesadillas conviven plenamente con la realidad. Si a esto le añadimos los que seguramente sean los arreglos más sinfónicos de la trayectoria del grupo, acabamos por sumergirnos de lleno en una espiral de episodios desdichados.

Los espectros de la ex esposa y el difunto hermano de Oberst se ciernen sobre el proceso. La primera voz del álbum es la de Corina Figueroa Escamilla hablando en español, quien todavía comparte dos perros con Oberst. Y el juego de folk-rock en “Tilt-A-Whirl” comienza con el vocalista cantando “My phantom brother came to me”, frase cuya potencia no puede ser aliviada ni siquiera por el interludio magistral del tema. “Life's a solitary song, no one to clap or sing along”, es lo único que queda en la mente una vez que finaliza la canción.

En otro pico apabullante, la melancólica “Stairwell Song” construye una historia específica, pero ambigua, que bien podría abordar a la pareja perdida o a su hermano ausente… o a ninguna de las dos. Concluye con un guiño cinematográfico, cantando “you like cinematic endings”, mientras una oleada triunfal de cuernos y cuerdas marca los créditos.

Hot Car in the Sun” es una de las canciones más tristes de Bright Eyes en mucho tiempo, porque su tristeza no proviene de una imaginación macabra sino de una vívida banalidad plasmada en una letra inmejorable; un tipo de tristeza que se complementa con otra que puede percibirse en el canto fúnebre de una gaita en otra composición, “Persona Non Grata”, cuando el cantante pregunta, “Oh how can we reconcile?”. 

Quizás el componente más integral de la música de Bright Eyes es la capacidad de Oberst para sondear profundamente en la desesperación, el hastío y el arrepentimiento. Hay mucho de eso aquí, pero su aptitud para ir directo al meollo del asunto es más poderosa en tracks como “To Death's Heart (In Three Parts)”.

En la canción de cierre, “Comet Song”, hay que agregar que se hace un excelente trabajo al articular algunas de las principales preocupaciones de la banda. Oberst considera el peso existencial de la nostalgia y la memoria en algunas de las letras más conmovedoras en su haber, mientras un crescendo de cuernos puntúa algunos de sus momentos más honestos y desgarradores, momento que se siente como un abrazo entre los músicos que se acaban de reencontrar para finalizar un disco más, el décimo de su carrera.

Así es como una banda que ya podría ser considerada de culto regresa para continuar con su legado y así plasmar el cúmulo de enseñanzas aprendidas a lo largo de un camino que nunca ha resultado sencillo, exhibiendo a partes iguales fortaleza y vulnerabilidad para demostrarnos cómo aún tienen muchas cosas que aportar con su retorno.


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