El trombón sigue. El mal clima no mejora y el calor que nos prometieron, no ha llegado. Natal nos despide de su costa con tristeza. No por los resultados, ya que fueron buenos, si no fue por su terrible forma de arruinar nuestros últimos suspiros con el clima. No ha parado de llover. Desde la mañana del 13 de junio hasta la madrugada del 15 de junio, la lluvia sigue y no nos dejó dormir en paz. Pero terminó Natal y vamos en busca de Fortaleza. Ella nos acompañó y hoy, tuvimos dos acontecimientos interesantes. El primero fue cuando conocimos al alguien muy especial. Hubo un click único y un apego especial. Ella se llevó de maravilla con él. No vayan a pensar que me puse celoso, ni mucho menos. Al contrario, me dio mucho gusto verlos tan unidos. Hoy conocimos a Kin. ¿Quién es él? Es muy peculiar, pero vale la pena platicar el encuentro. Entre la Brazuquita y Kin, la mascota oficial de la Selección Mexicana. ¡Vaya momento! Fue muy tierno y perfecto a la vez. ¡Cómo no se iban a conocer estos dos viajeros! Uno va acompañar a la Selección Nacional todos los días que tenga vida en Brasil y la otra, nos acompañará todos los días que tiene la justa mundialista.
Luego de esto, ocurrió un momento cumbre de la travesía, y es que déjenme les platico. Normalmente hacemos dos comidas fuertes al día. El desayuno y una comida-cena muy, pero muy fuerte. Y es que a mediodía con todo el recorrido y el trabajo, solo comemos algún tentempié que nos distraiga las tripas. Pero no es para que parezca que somos unas víctimas, al contrario. Llega el momento de la segunda comida del día y a pesar del trombón, nos ilumina el día. Hoy conocimos un lugar maravilloso y ella, estuvo con nosotros. Estuvo sentada a nuestro lado, admirando la perfección de aquello. No te has ni sentado y los meseros ya están a un costado, con una espada perfecta y jugosa, dispuesta a reposar en tu plato. Cuando llegó la primera, una vez que habíamos visto el buffet de ensaladas, pensamos que sería poco a poco lo de la carne, pero no. Fue un torbellino de carne arrasador. Una, tras otra, tras otra y así sucesivamente. ¡Qué bárbaro! Algo precioso y a la vez inhumano. Llegaban diferentes tipos de carne y uno quería probar más, pero la alarma corporal de poner un alto, empezaba a sonar en mi interior. Pero ya saben, no falta el momento cuando el mexicano lleva su cuerpo al extremo y se hace la pregunta, ¿por qué no? Seguimos comiendo espadas hasta cansarnos. ¡Qué bruto! Fue un encanto de velada. Ella nos veía con ternura y con miedo. En su mente solo pasaba la idea de vernos comer y comer, cuando ella solo se dedica a rodar y rodar. Pero en verdad fue algo especial. Si quisiera volver a algún lugar con ella en Natal, sin duda sería al momento en que México venció a Camerún en Estadio Das Dunas, y bueno, si se puede de pilón, volver a esas espadas con ella. Con la Brazuquita.