Toda Artista Pop debe tener ciertas características indispensables como: belleza, presencia, talento al cantar o bailar y una referencia que inevitablemente origina comparaciones, como Britney con Madonna o Lady Gaga con Grace Jones. La influencia directa de Marilyn Monroe, un ícono de femme fatale, en la Lizzy Grant rediseñada es muy clara, pero ésa no es la intención de Lana Del Rey.
Tras todo el barullo que ocasiona hablar de esta neoyorkina, por fin sale a la luz Born to Die, primer álbum de estudio, que después de los melancólicos del año pasado “Born to Die” y “Video Games” público y prensa reaccionaron de tal forma que prácticamente exigieron este álbum. El sello al que pertence Del Rey es Interscope, casa de U2, Lady Gaga, N*E*R*D, Yeah Yeah Yeahs entre muchos más artistas de renombre, de ahí el apoyo tan grande que tiene de sus representantes. También ayuda que su padre tenga el dinero e influencias propias de un magnate de dominios de Internet.
El álbum está compuesto por 15 canciones en una edición deluxe, y de 12 para la versión normal. En ambas abre con “Born to Die”, sencillo que le da nombre al álbum y que es prácticamente el núcleo del álbum, el resto es sólo una derivación desafanada de su ya masticada melancolía y altivez. Le sigue “Off to the Races”, un corte tan pop que podría pertenecer a Nicki Minaj, donde se autodenomina como una loca que mendiga un beso en la boca: “kiss me on my open mouth”, solloza con la voz aguda y seductora de un súcubo. “National Anthem” es otra de las canciones conocidas; suena el muy socorrido coro de niños, tal vez un homenaje a sus inicios, ya que LDR formó parte de un coro de iglesia en su infancia. Este disco es una nítida escena del cine de oro de Nueva York cerca de los suburbios representada exitosamente en las canciones “Radio”, “Carmen” y “Million Dollar Man”.
La belleza lyncheana que posee tanto el físico como la voz de Lana Del Rey hipnotiza con facilidad, además de que su magnetismo visual se refleja en el álbum: atrapa y absorbe hasta querer escuchar cada detalle del sonido, el cual es genuino, tan bien hecho que al final resulta ser unidimensional. La propuesta “alternativa” que se anunciaba se queda solamente a nivel de imagen y su autodenominación como Nancy Sinatra solo está en el tono que canta, el cual es similar, pero en cuanto a contenido, Born to Die es pop ordinario.
Como artista pop, Lana Del Rey cumple, su intención de no ser una femme fatale más se queda en eso: una intención. No se niega su gran voz, belleza aparentemente única (después de todo, sigue siendo una estrella blanca, rubia y delgada), un personaje que convirtió el duckface en un estilo de canto, pero musicalmente la propuesta quedó en el aire. A pesar de ser un gran talento, como lo demuestran videos firmados por Lizzy Grant, el álbum es flojo y puede llegar a ser tedioso para aquellos que no disfrutan tanto del pop femenino, como el de Christina Aguilera o Pink. Lana del Rey marca una era posmoderna en la que los melómanos se escarban las neuronas para tratar de etiquetar como mainstream o indie un fenómeno que simplemente es música fácil de digerir.