Hay una delgada línea entre arte y pretensión de arte; entre la locura y la genialidad; entre el oportunismo y el visionario sentimiento de llegar al lugar y momento exactos. En Bitches Brew, Miles Davis rompió todos los cánones previos de su académico método creativo para dejarse llevar por dos constantes: su obsesión por no convertirse en una pieza de museo y sus inquietudes revolucionarias experimentales.

Miles, fue abrazado por una nueva generación de músicos despreciados por los puristas del jazz, a quienes llamaban ignorantes, nos referimos a los rockeros, que en muchos casos eran músicos autodidactas, empíricos, que no sabían leer partituras, que no fueron a los conservatorios, pero vendían millones de copias de discos y para el final de los años sesenta ya llenaban estadios y convocaban a cientos de miles de personas en festivales.

Para los puristas del jazz, la melodía siempre debía sobresalir de los otros dos elementos que componen a la música —armonía y ritmo—, que deben nutrir un pieza virtuosa, sin errores, convirtiéndola después en algo que resultaba plástico y demasiado pretencioso; era un jazz snob, en palabras del mismo Davis.

“No importa qué clase de instrumentos ejecute el músico, para hacer mala música sólo se necesitan malos músicos”

Miles Davis.

Su breve matrimonio con Betty Davis, una cantante de soul y rock, conectó a MIles Davis con figuras importantes de la psicodelia estadounidense de finales de los años sesenta: llegó a ser abridor de The Grateful Dead; se involucró con John McLoughlin; se influenció por la música funk de James Brown y Sly and The Family Stone; colaboró con The Beatles en “Let It Be” y se convirtió en amigo cercano de Jimmy Hendrix. Este último le mostró las formas de improvisación del rock, las cuales terminaban en jam sessions y de esa forma el trompetista se abrió el camino que revolucionó el jazz por tercera vez con Bitches Brew.

En 1949, Miles impactó al mundo desde Nueva York con su bebop y cool jazz, con su colección llamada Birth of the Cool donde tocó con las leyendas de su momento incluyendo el fabuloso Charlie Parker. En 1959, Miles Davis reclutó al dream team del jazz de su generación en A kind of Blue, compartiendo estudio con John Coltraine y Gill Evans. Diez años después hizo lo mismo, pero con una generación distinta no ajena al jazz. Para sus experimentaciones de rock, psicodelia, funk y free jazz, entonces reclutó a Herbie Hancock y Chick Corea, a la leyenda John McLoughing con sus pasajes psicodélicos de guitarra budista, a Dave Holland con su doble bajo y a Billy Cobham en la batería.

Lanzado en marzo de 1970 y grabado en el verano del 69, en los estudios de CBS en Nueva York, este fantástico álbum doble de Miles Davis obtuvo Disco de Oro casi inmediatamente después de su lanzamiento en Estados Unidos, además de vender más de un millón de copias alrededor del mundo. Bitches Brew es una de las obras más importantes del jazz de todos los tiempos y un hito de la cultura popular de la era psicodélica.

Dividido en dos partes segmentadas por cuatro lados en un doble vinil, el disco consta de seis interpretaciones inspiradas en los jam sessions del rock, donde la improvisación dominaba la creación artística. Lo mismo sucedía en los discos de bandas como Fleetwood Mac, Quicksilver Messenger Service, Atomic Rooster o Soft Machine, por decir algunos referentes de psicodelia, blues y ese puente generacional llamado rock progresivo.

La manera de improvisar del rock, fue una inspiración tomada de Jimmy Hendrix a quien Miles Davis admiraba por su manera de tocar la guitarra, pero también por sus técnicas de grabación e ideas revolucionarias. Electric Lady Land fue la máxima inspiración de Miles para el sonido de Bitches Brew, que fue producido por Teo Macedo, el mismo productor de Time Out de Dave Brubeck.

En “Pharaoh’s Dance” los músicos interpretan una suerte de free jazz que recuerda a A Kind of Blues, pero en esta ocasión, las notas parecen estar llenas de misticismo, pasajes psicotrópicos y una extraña dimensión atonal de nuevos instrumentos eléctricos y tribales, con órganos, congas, electrificadas líneas de bajo, efectos de estudio, ediciones de cut up que van y vienen a lo largo de 20 minutos. Algo similar sucede en el siguiente corte, el homónimo, donde la destrucción de las armonías y el derrumbe del ritmo son guiadas como una batuta por la trompeta de ese director de orquesta llamado Miles Davis. Aquí todo llega al límite.

El siguiente segmento de esta obra es más ligera, más accesible, se nota más la influencia del rock en algunos riffs de guitarra, en algunas líneas de piano, en tonos donde luce la influencia de Jimi Hendrix. En “Spanish Kay” y “John McLaughlin” —un tema inspirado en el guitarrista del disco—, el rock se fusiona definitivamente con el jazz para crear una atmósfera nueva, inimaginable para los puristas del género. Es entonces donde Davis consigue su objetivo, ser conocido por una nueva generación, una post flower power y proto art rock, una generación de melómanos que lo adoptaron definitivamente dentro del rock.

Bitches Brew es el antes y el después del jazz a pesar de que antes de su salida al mercado hubo grandes momentos de revolución en el género con Charles MIngus, Ornet Coleman y John Coltraine, este álbum lo revitalizó, creó el jazz rock.

Después habrá momentos fabulosos para John Coltraine hasta el día de su muerte, lanzará a las nubes a grado de leyendas del jazz a Chick Corea y Herbie Hancock, quien por cierto, será también una leyenda de la música electrónica y del hip hop. También será el punto de partida de los legendarios Weather Report y de la Mahavishnu Orchestra. Esta maravilla del jazz rock experimental es uno de los más vendidos y referenciados, tanto así que el mismísimo Kid A de Radiohead, fue en parte construido gracias a la inspiración de Bitches Brew.