AMLO, ONU y reacciones de un episodio más de política exterior

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Texto por Luis Manuel León

El 22 de agosto se inauguró la Asamblea General de Naciones Unidas (ONU) del 2020, de manera paralela, también se celebra el 75 aniversario de la organización internacional creada luego de la victoria de los Aliados en la Segunda Guerra Mundial.

El presidente Andrés Manuel López Obrador por primera vez fue partícipe de esta reunión de alto nivel internacional, ya que en el 2019 la Asamblea contó con la presencia del canciller Marcelo Ebrard, ante la negativa del presidente mexicano en presentarse a este tipo de actividades de encuentros.

A diferencia del antecedente como organización internacional, la Sociedad de Naciones, nacida en 1919, que enmarca un rotundo fracaso para la resolución de controversias y proliferación de la paz internacional al no  detener el estallido de la SGM. La ONU ha logrado prevalecer y promover una agenda de construcción de paz ante diversos conflictos como la Guerra Fría, los procesos de descolonización en África, Asia así como en la historia reciente con los conflictos en Medio Oriente. 

Si bien, los genocidios de Ruanda y Bosnia representaron grandes polémicas sobre el actuar de la organización, hasta el día de hoy no hemos sido testigos de la reproducción de un conflicto de escala mundial y existe un consenso por parte de los países de generar acuerdos por medio de la diplomacia y la negociación.

La Asamblea número 75 será hasta el momento la que tendrá mayor cantidad de discursos por parte de mandatarios de Estado y de forma virtual, dada las condiciones de la pandemia del COVID-19. 

AMLO ha defendido en diversas ocasiones que, “la mejor política exterior es la interior.” Asimismo, mantiene un apego hacia los principios de política exterior mexicanos, enmarcando a la Doctrina Juárez, “entre  los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz.” Se reconoce como un defensor y promotor de la fraternidad universal, la no intervención y la autodeterminación de los pueblos. Mismas consignas que formaron parte de su primera participación en la Asamblea General de Naciones Unidas.

El presidente mexicano retomó en su discurso una narración histórica de las diferentes “transformaciones” que ha tenido el país. Citó la Independencia de México, el proceso de Reforma y la Revolución Mexicana. Posteriormente hizo mención a lo que él llama la “Cuarta Transformación, que inició con la gestión de su gobierno. 

A la vez, recordó que su gobierno se ha dedicado a sacar adelante a los “desamparados” frente a las diversas crisis consecuencia de la pandemia. Mencionó que la gente ya no vive con hambre en México, destacó sus programas sociales e incluso invitó a otros mandatarios a comprar el avión presidencial, “ya lo rifamos y todavía vamos a venderlo'', dijo el mandatario.

Sin embargo, las reacciones no se hicieron esperar. El discurso del presidente fue propio de diversas miradas críticas que calificaron como lamentable las intervenciones de AMLO.  Una de ellas fue la honorificación del nombre Benito, que comparten el Benemérito de las Américas, Juárez, y el dictador fascista, Benito Mussolini, este último combatió en alianza con el nazismo la Segunda Guerra Mundial. 

José Miguel Vivanco, director ejecutivo de la División Americana de Human Rights Watch, colgó un tweet que determina lo siguiente. “Obviamente intentó alardear de la fama de Benito Juárez, pero es demencial hacerlo comparándolo con Mussolini, un criminal de guerra fascista responsable por alguna de las peores atrocidades del siglo XX.”

El dictador fue ejecutor y cómplice del genocidio de más de seis millones de judíos en Europa entre 1936 y 1945. Por otro lado, el activista de derechos humanos y profesor de la Universidad Iberoamericana, Jacobo Dayan, lo definió de la misma forma a través de la red social: “es demencial.”

Asimismo, la ex directora del Instituto Matías Romero, escuela que tiene como misión preparar a los próximos embajadores y cuerpo diplomático del país, Natalia Saltalamacchia, aseguró que el presidente no tiene interés por participar en los asuntos internacionales, “bajo su propio riesgo.” Cuestionó, “¿cómo diantres vamos a tener papel sólido en el Consejo de Seguridad en el próximo año?” Entendiendo que, el país acaba de ganar un asiento No Permanente en el máximo órgano de Naciones Unidas para el periodo que iniciará en 2021.

México ha tenido extraordinarias participaciones en Naciones Unidas y en el Consejo de Seguridad (CS), fue el sexto país en presidir la Asamblea General de Naciones Unidas en 1951, con el embajador Luis Padilla Nervo, mismo que participó en el CS. En 1969 entró en vigencia el Tratado de Tlatelolco, que enmarca la no proliferación de armas nucleares en América Latina, por el cual, Alfonso García Robles fue galardonado con el premio Nobel de La Paz. 

En 1980, Porfirio Muñoz Ledo dentro del CS apoyó los procesos de descolonización de países como Namibia y Zimbabwe, así como la negociación con el gobierno británico para lograr la independencia de Belice. Mientras que en 2003, el embajador, Adolfo Aguilar Zínser, se opuso a la intervención en Irak. En su cuarta participación en este órgano (2009-2010), el diplomático Claude Heller Rouassant, impulsó que se atendieran las graves situaciones humanitarias en Sri Lanka y Kirguistán. 

Ahora del 2021 al 2022, México, bajo la representación del embajador Juan Ramón de la Fuente, busca cabildear la iniciativa franco-mexicana para democratizar al Consejo de Seguridad con el objetivo de no darle peso al valor del veto de las cinco potencias globales: Estados Unidos, China, Rusia, Reino Unido y Francia ante la respuesta a atender cuestiones humanitarias y crímenes atroces, ya que el poder del veto puede obstaculizar la respuesta oportuna y convertir las crisis en cuestiones políticas. Asimismo, el país formará parte del Consejo Económico y Social de Naciones Unidas, para el próximo año.


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