Cuando elegí nacer, un contrato firmaría en el que claramente, se estipulaba que temporal mi vida sería,
se me informó, de cuándo, cómo y en dónde mi vida al final llegaría,
y que podría escoger como todo momento de mi vida sería,
pero todo lo ahí pactado, al llegar a este mundo olvidaría.
Entones pregunté, ¿para qué viviría?
¿para qué elegir, si tan pronto naciera toda memoria se borraría?
Se me explicó que algo aprendería,
más era mi responsabilidad adquirir sabiduría,
de esa que no hay en una librería, de esa que sólo la vida te brinda,
y que miles de aventuras viviría.
Acepté, era una oportunidad que no desperdiciaría.
Se me entregaron algunas virtudes, dones y posesiones; me emocioné, ¡todo eso tendría!
pero defectos, pretensiones y muchas obsesiones, también me darían
más no repararon en decirme que carambas con ellas haría o como las dominaría,
Escogí todas las características que en mí ser formarían,
estatura, ojos, pelo, manos; miedos, errores y aciertos, así nada de lo demás fallaría.
Elegí de varias listas a personas, situaciones y ciudades, que en vida conocería.
Seleccioné cuidadosamente las experiencias que con ellos viviría,
las circunstancias que me rodearían,
pues todo eso me llevaría, al aprendizaje que necesitaría.
habría, varias situaciones y personas que dolerían o una sonrisa me robarían.
Al terminar rubriqué cada lista, sabiendo a ciencia cierta a que me aventuraría.
Acepté; al final al no poder recordar, todo me sorprendería,
y así aprendería a valorar cada instante de mi vida, sola o en compañía.
Sí, yo elegí a cada persona y a cada episodio, que parte de mi vida formarían
y sigo escribiendo capítulos día tras día,
sin saber cómo, cuándo o dónde, la palabra fin se escriba.
Y hoy estoy aquí, conociéndote a ti, compartiendo contigo parte de mi travesía,
que desde antes de nacer fue elegida.
Así que, a mí partida, no te aflijas…
que mi muerte también fue pactada y firmada,
el mismo día que acepté, todas las condiciones del contrato; de esta,
MI VIDA.
Izmet Pinzón