Sobre los estados tortuosos del comer: una conversación con Alaíde Ventura

Sobre los estados tortuosos del comer: una conversación con Alaíde Ventura

La escritura de Alaíde Ventura Medina muestra una obsesión porque el significado surja en oraciones breves y comunes. Desde que leí su primera novela Entre los rotos (2019) quedé embelesada por la capacidad que tiene de comunicar las múltiples dimensiones de sus personajes; lo emocional, los afectos, relaciones de poder con sus pares y el ruido del ambiente se manifiestan simultáneamente.

Autofagia (2023) trata sobre una chica que sufre un trastorno alimenticio. No hay un tiempo definido dentro del libro, la memoria carcome el cuerpo mientras el hambre la mantiene en estado de ansiedad. Ventura logra transmitirnos la vivencia desde un cuerpo en emergencia y como su presente se construye de un juego entre la memoria, el lenguaje conocido, las duras condiciones de precarización y el abandono. “Los pasillos de la memoria son carreteras de mangos y tamarindos. Pero el libre tránsito no existe, hay cuotas,” escribe. 

Comer es necesario, pero no fácil. No en un mundo en el cual las mujeres hacen la mayoría del trabajo que implica su preparación y además, se les exige belleza como sinónimo de  delgadez. Ventura nos abre los estados tortuosos de alimentarse.

En la primera emisión del programa “Objeto vacío” desde la cabina A de Ibero 90.9, hablamos con la autora sobre qué implica comer cuando parece que hay una serie de mandatos sociales que nos piden no hacerlo. Aquí nuestra conversación ligeramente editada:

 En tu narrativa no se describen los aspectos físicos o del cuerpo de los personajes, sino más bien los haces sentir a través en la forma esquemática de tus oraciones, así como en las palabras que eliges.   ¿Cómo utilizamos la escritura para poder hacer sentir a nuestros lectores los estados corporales de nuestros personajes?

 Mostrar es mucho más efectivo que decir. En los talleres que yo he encontrado dirigidos por mujeres hacen uso de literaturas sin un género definido, algo entre el ensayo, la poesía y la autoexploración. Me he encontrado que más bien funcionan aparejados porque hay momentos en los que las palabras nos ayudan a anclarnos en el mundo y nos ayudan a transmitir ideas al aire.

A mí me gusta mucho la literatura de conversación. Por ejemplo, Vivian Gornick, lo que hace es que ella tal cual pone el movimiento físico, o sea, recorriendo una ciudad, no recorriendo por calles en una conversación y cómo se va sintiendo y cómo eso la lleva a conclusiones. Cuando utilizo metáforas como de la carretera o como del río, que son flujos un poco mi intención es que la lectora vaya acompañando este viaje mental que es a través de sensaciones, percepciones, pero que termina en una conclusión que sí es de índole del lenguaje.

Además, hay una capa extra que yo intenté reflejar en la novela, que creo que es algo a lo que nos enfrentamos todo el tiempo, que es la autoedición. Entonces, hasta qué punto el recordar tanto un suceso no lo fija hasta volverlo falso, hasta volverlo ya como una cosa inventada que no se corresponde con lo que efectivamente sucedió. Y más cuando estos recuerdos autoeditados nos hacen construirnos un personaje para agradar a alguien o para cumplir ciertos fines. 

Esta onda de mitificar nuestro propio recuerdo en función de los resultados, es una cosa que yo quise explorar mucho en la novela, porque es algo con lo que yo me he enfrentado y que he visto que mucha gente se enfrenta también. ¿Hasta qué punto me inventé un personaje para redes sociales, para agradarle a mi pareja o para ejercer un rol este en el trabajo? Y me inventé un personaje y ya no me puedo salir porque ya no sé qué es verdad o mentira. 

Y algo que me llamó mucho la atención de Autofagia fue el espiral de diálogos simultáneos que a lo largo de la historia se van entrelazando y finalmente desembocan en las relaciones amorosas, de poder o de clase. ¿Por qué elegiste la comida para abordar estos temas? 

Yo padezco ansiedad y también insomnio. Esta rumiación nocturna que nos da cuando tenemos insomnio. No sé si a ustedes les pasa, pero yo me despierto a las 3 am y empiezo a planear el desayuno. Me parece que es un estímulo sensorial cuando pensamos en aromas, los aromas son tan envolventes que ellos nos jalan, pero en la comida es algo que fingimos que podemos controlar. O sea, es como estoy pensando en un postre, estoy esperando la descarga de azúcar A veces el puro imaginarlo ya te revoluciona. O sea, como una cosa mágica responde a una necesidad no de supervivencia, y puede ser desesperante cuando la ansiedad parece ganarnos.

Yo no sé si exista algo así como una buena relación con la comida. El alimento es sustento material como simbólico. O sea, el alimento es conexión familiar, es rutina, es infancia, está así como súper asociado con la nutrición materna. Pues hay una relación ahí: mujeres creando alimento. Cuando digo que mis personajes llamaban comer al acto de “desaparecer la comida”, es porque a veces les bastaba el estímulo, o sea la saliva en la boca. Y se convencen a sí mismas de que no les hacía falta el carbohidrato. Entonces, es manejarnos a nosotras mismas, pero con ilusiones, o sea, con pura química auto creada por nuestra mente confundida.

Dijiste que la comida “es sustento material y simbólico”, me hace pensar en estos paradigmas del deber ser de las mujeres: háganse cargo de hacer el alimento para les demás pero, cumplan un  estereotipo de belleza que implica el no comer.

Yo, por ejemplo, tengo muy fija la idea de que aunque en mi casa todo estuviera mal: si faltaba el dinero, el tiempo, la atención; teníamos el ancla en la mesa a la hora de la comida. Y entonces para mí eso fue un modelo para bien o para mal. Me modeló mi relación con la comida. Yo no he aprendido a comer sola. Admiro mucho a la gente porque conozco gente que es capaz de dedicar el tiempo de preparación y sentarse a la mesa a degustar un plato rico hecho por sus propias manos. Eso me parece de las cosas más admirables y que envidio locamente.

 Ahorita que decías sobre esta dualidad que hay con la comida y el vacío es que una de las cosas más truculentas que yo veo, con las cual también me identifico. Se nos enseña con la  a cuidar y a proveer. Pero al mismo tiempo tienes que estar delgada y tienes que ser saludable. Entonces lo que tienes que hacer es como ser capaz de digerir toda la comida que se te ponga enfrente, pero sin que haya consecuencias. ¡Además pretender que es fácil!

¿Por qué tenemos que hacer toda esta gran simulación de que es muy fácil? Pues no, no es fácil, es un infierno para muchas personas. Su relación con la comida es un infierno. Está en su mente.

Alaíde Ventura es una escritora que te despierta pensarte, tus dinámicas y cómo construyes tus propios afectos; a las personas, las cosas, la comida… Pienso que, cada vez que descubro que subo de peso siento una gran culpa en mí. La falla de no lograr contenerme, ser ordenada con horarios de la comida, hacer suficiente ejercicio y al mismo tiempo, hay pocas cosas que disfrute más en la vida que sentarme a comer con alguien que amo. Al leer Autofagia me di cuenta que vivir en esta contradicción no es extraño sino algo sistemático, especialmente para las mujeres. 

 

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