¿Qué pasa con la Cultura en las propuestas de los presidenciables?

¿Qué pasa con la Cultura en las propuestas de los presidenciables?

Ilustración de Sitalin Sánchez

Por Pamela Valadez Sierra

Hace un par de semanas, Jorge Álvarez Máynez, candidato a la presidencia por parte de Movimiento Ciudadano, atendió a la invitación de IberoDialoga y visitó las instalaciones de la universidad en Santa Fe para exponer su proyecto de nación y participar de un intercambio con el alumnado y el profesorado. La misma invitación fue hecha a Xóchitl Gálvez, de la coalición Fuerza y Corazón por México, y a Claudia Sheinbaum, candidata de la coalición Sigamos haciendo historia. Gálvez se presentará el 8 de abril y Sheinbaum aún no confirma su asistencia. 

Asistí el encuentro con Álvarez Máynez, después de formarme en la fila afuera del auditorio y que fueran vaciados todos los termos y botellas de agua de los asistentes (probablemente para evitar algún incidente en esta visita). Una vez adentro, el diálogo fue, en mi opinión, bastante productivo. Tanto como podía serlo en dos horas mediadas por un cronómetro estricto que limitaba todas las participaciones. La mayoría de lxs asistentes eran alumnxs de Ciencias Política y Relaciones Internacionales, con algunas excepciones. Ninguno de Diseño, Filosofía o Historia del arte estaba en los asientos junto al candidato, o en el micrófono del pasillo haciendo las preguntas. Los cuestionamientos dirigidos a Máynez estaban orientados a temas de seguridad, de educación, de militarización, y, hasta ahora, parece ser que ninguna de sus participaciones en espacios de diálogo, por lo menos en el ámbito educativo, han contemplado una dimensión cultural. 

Este aspecto no se considera parte vital de los proyectos de nación y es omitido de las participaciones públicas de los sujetos que se postulan para ocupar el cargo ejecutivo. Al no representarse parece que no existe. Pero están enuncioadas en las plataformas electorales oficiales.

Máynez plantea respaldar las condiciones necesarias para la creación y la divulgación de las artes, proteger y ampliar los espacios donde ésta nace y se multiplica, así como crear y fortalecer instituciones y empresas del Estado dedicadas a promover y divulgar la creación artística. Por otro lado, busca estimular la creación artística, desarrollar programas para preservar y difundir la cultura nacional, crear espacios de esparcimiento que sirvan de sede para eventos culturales, artísticos y deportivos, fomentar la investigación para el desarrollo de políticas públicas en materia de cultura y establecer regulaciones que protejan los derechos de los artistas, entre ellos, el derecho a la remuneración justa. 

Gálvez, por su parte, propone incrementar de manera anual el presupuesto para la cultura. Se compromete a incluir la promoción artística desde la educación básica hasta la superior, con la creación de universidades y escuelas especializadas en artes, antropología y turismo. También busca impulsar una política pública para aprovechar de manera sostenible la producción artesanal y una política nacional de capacitación y fortalecimiento para que México recupere su presencia protagónica en materia cultural a ojos del mundo. Por último, plantea la creación de nuevas becas para todo tipo de agentes culturales, el desarrollo de una política de estímulos fiscales para todas las artes y la ampliación de servicios de salud para que incluyan a los trabajadores de la cultura. 

Sheinbaum proyecta la ampliación de los semilleros creativos para la construcción de la paz y la institución de universidades dedicadas exclusivamente a las artes. Busca que se generen las condiciones óptimas para que los artistas de México puedan desarrollarse y sean remunerados de manera justa. De igual manera, propone impulsar el reconocimiento de la grandeza cultural de México, la recuperación de su memoria histórica y el cuidado del patrimonio nacional. 

Si están contempladas estas propuestas dentro de una proyección política más amplia, habría que preguntarse por qué no se enuncian abiertamente en las giras, en las mesas de diálogo y en las intervenciones como la que atendió Máynez en la Ibero, una universidad que además se enorgullece de ser humanista. Pero antes, habría que cuestionar desde qué entendido se omite la dimensión cultural y a qué nos referimos cuando hablamos de cultura. 

En un artículo publicado en 1994 por la revista de la Universidad Autónoma de Yucatán, el antropólogo español Esteban Krotz planteó cinco ideas falsas que existen al respecto de la cultura, entre las cuales destaca la noción de que los recintos propios de la cultura se reducen a los museos, los teatros y las bibliotecas, la cual pasa por alto el hecho de que la mayor parte de la vida cultural se realiza, se conserva, se reproduce y se transforma fuera de ellos. El antropólogo norteamericano Clifford Geertz, en su libro La interpretación de las culturas (Gedisa, 1992), propuso a la cultura como la urdimbre en la que el hombre se inserta, como una trama de significación que él mismo ha tejido. La cultura es la manera en que se dota de sentido al mundo que se encuentra alrededor. 

Por otra parte, cuando los candidatos y las personas en general hablamos de cultura, muchas veces nos referimos precisamente a instituciones de resguardo de las humanidades, a los museos, las galerías y las bibliotecas. A menudo nos referimos equivocadamente a algo que es adquirible y que reside especialmente en los modelos de educación. Nos referimos a saber quién pintó la Gioconda y a una designación que engloba todo el mundo de la producción artística.

Tal vez Máynez está un poco más cerca de esa definición de cultura que dio Geertz y que es mi favorita, pues, entre las 104 páginas de su plataforma electoral, en ocasiones habla de una “cultura ciudadana”, una “cultura machista”, “cultura de violencia”, lo cual me hace pensar que la entiende, efectivamente, como una forma de leer el mundo que opera un cambio en la realidad. 

Ilustración por Sitalin Sánchez

Los tres candidatos intuyen aspectos de suma importancia en materia de política cultural, como la necesidad de aumentar progresivamente el presupuesto de la Secretaría de Cultura (SC), invertir en infraestructura educativa y de esparcimiento, otorgar becas y, lo más importante, garantizar un salario digno para las personas que se  dedican a la cultura. No obstante, antes que nada, es imperativo generar el entorno social propicio para que la remuneración justa de los trabajadores de la cultura sea una necesidad evidente. La inversión en nueva infraestructura y la generación de más oferta cultural también son irrelevantes si no existen las condiciones para que haya una verdadera demanda de más infraestructura y más oferta cultural. Si no es un asunto de primera urgencia procurar el desarrollo cultural del país y el bienestar económico de los actores involucrados en el mismo, al grado de que se omite en las exhibiciones públicas de las giras electorales, es porque el desarrollo cultural en sí no ha sido interiorizado en el país como una necesidad vital como lo es la construcción o la medicina o las finanzas. Por eso, cuando dije que quería estudiar Historia del arte una de las más recurrentes reacciones era preguntarme si no me iba a morir de hambre y casi siempre que presumo de mi carrera tengo que estar justificando su importancia. 

Somos las personas involucradas en el medio cultural las que notamos la urgencia. Son los mismos actores culturales los que se dan cuenta de las carencias y los que están conscientes de la importancia que supone hacerles frente. De acuerdo con datos de FUNDAR, En septiembre del año pasado se autorizó el presupuesto de 16,754 millones de pesos para la Secretaría de Cultura en 2024, mínimamente distinto al de 2023. La cifra dispuesta para el financiamiento cultural en el país conforma tan sólo el 0.19% del presupuesto federal total, de acuerdo con Bolfy Cottom, investigador de la Dirección de Estudios Históricos del INAH, esto representa menos de una quinta parte del presupuesto que recomienda la Organización de las Naciones Unidas a los países que firmaron la Carta Cultural Iberoamericana (90 mil millones, aproximadamente). De la cantidad autorizada para este año, el 18.4% del presupuesto de la Secretaría de Cultura será destinado a procurar y mejorar las zonas arqueológicas alrededor del Tren Maya y otro 5.97% se irá al Complejo Cultural Bosque de Chapultepec. Se están priorizando nuevos descubrimientos y proyectos al mismo tiempo que el INAH tiene que buscar alternativas de financiamiento para cubrir sus necesidades más básicas como techumbres que protejan el patrimonio descubierto y se sufre de escasez presupuestaria en la mayoría de las instancias culturales de la Secretaría de Cultura. 

Hay muchas posibles razones para explicar por qué no se prioriza la cultura como campo de acción política. Por un lado, exige una fuerte disposición presupuestal, la cual no siempre siembra resultados inmediatamente visibles. Muchos nunca se hacen evidentes. Por otro lado, el rezago en materia de cultura es tal que muchas veces las políticas para enfrentarlo no siempre coinciden con los planes de desarrollo nacional y sin duda hay otros asuntos urgentes que atender. La cuestión es si son más urgentes como para justificar la total negligencia de este sector. No es suficiente el planteamiento de políticas que prometen de manera abstracta “fortalecer” la cultura y hacer propuestas sin fines ni medios concretos. El salario digno debe ser para todos los trabajadores de la cultura, no sólo aquellos involucrados en la producción artística. Sí, es indispensable el aprovechamiento de nuestra potencia turística, pero no debe hacerse en detrimento de los intereses de los habitantes de las regiones que reciben al turismo o del medio ambiente y debe tener un enfoque sustentable, no explotativo y responsable. Por último, y más importante, se debe promover la certeza de que la cultura es de vital importancia, porque lo es. Se debe concientizar sobre su importancia para que la nueva infraestructura sea realmente aprovechada, para que se incremente el flujo en nuestras instituciones culturales, para que la cultura genuinamente actúe como mecanismo de cohesión e inclusión social. Sabremos que vamos por el buen camino cuando sea motivo de preocupación colectiva el hecho de que en las mesas de diálogo por el futuro del país la discusión respecto a la cultura brilla por su ausencia. 





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